Armiche estuvo durmiendo un buen rato sin que nada ni nadie lo molestara. Su gato reposaba junto a él, descansando por fin de tanto martirio. Parecía que iba a amanecer sin que ningún otro suceso de locos invadiera la siesta de estos dos ridículos personajes, pero justo cuando Armiche soñaba que era un héroe socialista contemporáneo que luchaba contra el capitalismo opresor lanzando armas químicas sobre la población norteamericana, un estruendo ensordecedor le devolvió al mundo real.
Cuando abrió los ojos, vio que donde antes reposaba su gato Fiodor, ahora había una especie de tableta plana de unos 2 metros de alto por 1 de ancho.
- Pero...¿y la barqueta esta de dónde salió? - se preguntó Armiche asombrado.
Una voz metálica y robótica salió de lo más profundo de un altavoz integrado en aquel chisme.
- Hola. Soy el iPad de Apple, un dispositivo híbrido entre teléfono móvil inteligente y un ordenador portátil con microprocesador de 1 GHz Apple A4. Gracias a mi avanzada tecnología multitáctil, mi pantalla puede reconocer una gran cantidad de puntos de contacto y mi batería de polímeros de ion de litio posibilita el...
- MUCHACHOOOO!! - gritó Armiche hastiado con la charlatanería del aparato - Que supongo que tú eres el fantasma del futuro. Se supone que tienes que llevarme por tiempos venideros para hacerme ver las penurias que la hippientez me hará pasar el día de mañana.
- Oh sí, lo olvidaba. - dijo el iPad con su voz carente de cualquier tipo de emoción o sentimiento - Estas son las instrucciones: en primer lugar, usted debe levantarme del suelo.
Armiche no estaba muy convencido de poder levantar el rocódromo aquel con sus propias manos. Lo agarró por un lateral y tiró con fuerza hacia arriba. Por suerte, Armiche estaba acostumbrado a levantar a su novia, que recordemos que es una ballena austral, así que al final no le costó tanto como pensaba. El iPad sólo debía pesar unos 95 kilos como mucho.
Una vez Armiche hubo levantado el trasto, se dio cuenta de que este había caído encima de Fiodor, que ahora parecía una pizza cuatro estaciones, pero en vez de tener mozzarella y anchoas, era un amasijo de vísceras y derivados cárnicos.
A continuación se iluminó la pantalla del iPad, mostrando un colorido menú principal en el cual había aproximadamente unas 93.834 aplicaciones.
- Bueno, ¿ahora qué? - preguntó Armiche abrumado ante las posibilidades del cacharro.
- Acceda al directorio "viajar en el tiempo" - dijo la voz metálica tan impersonal como siempre.
Armiche tardó unos cuarenta minutos en encontrar la aplicación indicada, durante los cuales tuvo que hacer algunos estiramientos para poder seguir agarrando tan tremendo armatoste, que intentó compensar su poca funcionalidad poniendo algunas canciones de su extensa biblioteca musical, como "Putas reputos" o "Show Me Your Genitals". Cuando por fin encontró el icono de "viajar en el tiempo", lo tocó con la palma de la mano y la habitación se fue diluyendo poco a poco en medio de una explosión de códigos binarios que ni en Matrix Revolutions.
Al cabo de un par de minutos aparecieron en mitad de una oscura y lóbrega calle, solamente iluminada por una diminuta estrella de Navidad que procedía de una desvencijada ventana del vecindario. Llovía a mares, y el ambiente era tan desolador, que hubiera podido rodarse una escena de "El Amanecer de los Muertos" allí mismo.
- Ay, ¿esto no es...? - Armiche no había acabado la frase cuando el iPad lo interrumpió con su característica voz sin alma.
- Está usted en la Urbanización Acorán, Añaza, día 25 de diciembre del año 2010.
- ¿Por qué está todo tan hecho polvo? - preguntó Armiche.
El cacharro no contestó, sino que dibujó un icono en la pantalla con una figura genérica de Armiche levantando el iPad.
- Oye, ¿tú no puedes teletransportarme o algo así? Con Artamy íbamos volando - se quejó Armiche.
El iPad contestó haciendo parpadear el dibujo con insistencia.
Armiche resignado, tuvo que volver a cargar con aquella pedazo de raqueta de padel y se encaminó resoplando hacia su bloque de viviendas, cagándose en Apple y en la puta madre que parió a Steve Jobs. Es importante comentar que Armiche residía en un cuarto piso y no había ascensores, así que tardaron cerca de media hora en llegar arriba, con Armiche visiblemente agotado y apestando a sudor (más de lo habitual). Por fortuna, la puerta del piso estaba abierta y pudieron colarse, lo cual facilitó un poco las cosas porque el iPad tampoco tenía la opción de atravesar paredes, como Lucas.
Dentro de la futura casa de Armiche, el panorama era de lo más sórdido: su madre se paseaba en pelotas con un delantal hablando en un idioma indescifrable. En otra habitación de la casa, estaba Acoraida, echada en una cama de matrimonio la cual ocupaba por completo. Sus grasas se salían por los lados de la cama como si fuesen lonchas de bacon. En un primer momento Armiche pensó que su novia estaba muerta, dado que no se movía ni un milímetro, pero de repente el bollicao aquel abrió la boca y berreó:
- ¡¡QUE ALGUIEN ME TRAIGA UNA PIZZAAAAAAA!!
Armiche calculó a ojo que ahora su novia debía pesar en torno a los 790 kilos, y que si la soltasen en medio del océano Pacífico, probablemente algún ballenero japonés le clavaría un arpón.
También había un nuevo gato, de color negro e increíblemente obeso, adormilado sobre la mecedora de la sala de estar y que según el collar que tenía puesto alrededor del cuello, se llamaba "Asmodeus". El jodido animal comenzó a bufar sin parar, como si hubiese notado la presencia de Armiche, pese a que este se encontraba en una dimensión espacio-temporal diferente.
El hippiento muchacho se preguntó cómo sería su habitación del futuro. Se dirigió hacia ella y comprobó horrorizado que había sido totalmente desmantelada. Ni rastro de los posters del Che Guevara ni las banderas de Jamaica (Etiopía). Las paredes eran tan frías e impersonales como las de una habitación de hospital. Armiche se preguntó qué sería de su padre, pero rápidamente encontró la respuesta, puesto que sobre la cómoda había una nota de papel escrita a mano que ponía lo siguiente:
“ Hola, estoy en la cárcel por vender cartuchos falsos de Nintendo DS; firmado: papá”
- Pero, ¿qué es este desastre? - se preguntó Armiche con los ojos rayados.
¿Qué desafortunado acontecimiento había desencadenado todas aquellas locuras? Su madre estaba tocada de la cabeza, su padre había terminado en prisión y su novia se había convertido definitivamente en un auténtico paquidermo africano. Todo era terriblemente catastrófico. Para colmo, la pantalla del puto iPad de los cojones volvía a iluminarse indicando a Armiche que debía ejercitar los bíceps nuevamente cargando con el cacharro hasta un lugar que aparecía marcado en su GPS asistido.
Estuvieron caminando como 250 horas. Bueno, en realidad no tanto, pero eso le pareció a Armiche llevando en brazos a la mole aquella y soportando las inclemencias de la lluvia, que ahora arreciaba e iba acompañada de rayos, truenos y demás fenómenos electroestáticos. Por fin el iPad indicó que debían detenerse en una especie de colina rodeada de árboles. Armiche, a punto de desfallecer, tenía la ropa empapada y hecha jirones, aunque lo bueno era que sus rastas se lavaban después de tres años compactándose como un queso de Benijos.
- Bueno, ¿y ahora qué tenemos que ver aquí? - preguntó Armiche harto y malhumorado.
El muchacho dejó el iPad en el suelo, casi arrojándolo de lo irritado que estaba y ansioso por que todo terminase de una vez. Pero en ese justo momento que bajó la mirada, se encontró con algo realmente aterrador: en el suelo había una lápida de piedra con su nombre y apellidos perfectamente esculpidos. Una mancha de orín comenzó a extenderse por su pantalón al tiempo que empezaban a temblarle las piernas y tuvo que agarrarse a un árbol cercano para no perder el equilibrio. Acto seguido, comenzó a llorar y patalear como un niño de segundo de primaria, cogiendo tierra del suelo y tirándosela al iPad en la pantalla. A continuación, comenzó a sacudirle puñetazos al cacharro, que permanecía incólume aguantando la rabieta del desafortunado Armiche. El cacharro comenzó a repetir con su voz metálica:
- Por hippiento, por hippiento, por hippiento, por hippiento, por hippiento, por hippiento…
Y Armiche empezó a asestar patadones a la pantalla de aquella mierda de Apple, quería romper el iPad en pedazos y que se desintegrara para siempre. Pero sólo consiguió que la pantalla del jodido aparato comenzara a llenarse de mensajes que ponían:
- Lo perdiste, lo perdiste, lo perdiste, lo perdiste, lo perdiste, lo perdiste, lo perdiste, lo perdiste…
Todo daba vueltas en la cabeza de Armiche. Una vorágine de pensamientos perturbadores le atosigaba con furia. Las imágenes de Bob Marley, Lucas, Artamy, El Sardina, su novia que ahora era 73 veces Montserrat Caballé…se agolpaban violentamente en su cerebro impidiéndole pensar con claridad. De fondo, escuchaba al iPad descojonarse con una risa espantosa e inhumana:
- J0DSADSA09DSA0DSADSA0JDS0JDSAJDS0DSADS0JSA0JDSA0DSADSDSA
Armiche notó que su corazón latía a más de mil por hora y que empezaba a faltarle aire para respirar. Su visión se fue nublando poco a poco, hasta que al cabo de unos segundos cayó en redondo al suelo en medio de aquel diluvio interminable. Parecía que la vida del hippiento más insufrible e irritante de todos los tiempos tocaba a su fin.
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Cuando abrió los ojos, reconoció al instante la legendaria cara del Che colgando impasible desde el cabecero de su cama. Por la ventana entraba un agradable rayo de luz que anunciaba la llegada de la mañana en la Urbanización Acorán. Sí, Armiche estaba de nuevo en su habitación, sano y salvo. El único vestigio que parecía quedar de la noche anterior era la marca de Fiodor en el suelo, convertido ahora en una argamasa de papilla Maizena.
Fue entonces cuando Armiche se incorporó de la cama y, en lugar de calzarse sus habituales alpargatas hechas con hilo de cáñamo, abrió el armario y sacó sus antiguas Nike Dunk Low en blancas que jamás se había atrevido a estrenar. Se miró al espejo, cogió una segueta que tenía guardada en un cajón de la cómoda y se cortó de un tajo todas las rastas esas de mierda que llevaba desde los Juegos Olímpicos de Montreal, por lo menos.
Armiche escuchó un animado vocerío procedente del piso de abajo. Recordó que era día 25, y que probablemente toda su familia estaba reunida intercambiando regalos junto al árbol de Navidad. Cogió un poco de dinero de su cartera y salió silenciosamente de casa para dirigirse hasta la tienda más cercana. La idea era comprarle un regalo memorable a su querida novia, Acoraida.
Cuando regresó al cabo de unos minutos, todos estaban, efectivamente, arremolinados en torno al precioso abeto de Navidad de la sala de estar, felices de compartir en familia un momento tan mágico y entrañable. Armiche comprendió en ese preciso instante cuán maravillosa era esta festividad, y se arrepintió con amargura de tantos años que había pasado renegando de ella, sólo para que los demás pensaran que él no era otra oveja más del rebaño. Pero aquel no era el momento adecuado para lamentarse. Por lo pronto, allí estaban todos: sus padres, sus abuelos, sus primos, su padrino de Hermigua, y por supuesto, su amada Acoraida, envuelta en un arrebatador camisón de color marrón avellana con el que parecía un auténtico saco de papas.
- ¡Hola, Armiche! - saludó la gorda dicharachera mientras se acercaba
- Hola, mi amor - dijo el romántico de Armiche - Te he comprado algo, toma.
Acoraida no pudo ocultar su sorpresa al recibir el regalo. Era grande y rectangular, pero no tenía ni la más remota idea de qué podía ser, así que se apresuró a romper el envoltorio y descubrió con júbilo que Armiche había acertado de lleno. No eran unos zarcillos de Swarovski ni tampoco el perfume del anuncio en el que sale la piba de Amélie. Era algo mucho mejor: el nuevo Wii Fit Plus, el videojuego preferido por los obesos acomplejados. Como anillo al dedo.
- Eres un hacha, mi amor - reconoció Acoraida. - Toma, yo también te he comprado algo.
Y acto seguido, le entregó a Armiche un paquete envuelto en un papel de regalo muy sobrio. El chico lo comenzó a abrir ansioso, ahora completamente cautivado por el espíritu navideño. Cuando por fin lo desenvolvió y se dio cuenta de lo que era, no pudo ocultar una considerable mueca de espanto en su rostro. En sus manos tenía el nuevo iPad de Apple.
- Jejeje, mira, tiene Bluetooth - le dijo Acoraida.
- NOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOO!!!
Y lo estampó contra el piso.
FIN.
Feliz Navidad y Próspero Año Nuevo a todos. Os quiero.
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