4 ene 2012

Armiche, un cuento de Navidad (II)

Legend of Legaia, serían 9 euros – retumbó sonoramente una voz en los poderosos pabellones auditivos de Armiche.

- ¿Qué ha sido eso? – exclamó sobreexcitado el joven, que había sido despertado de su socialista sueño.

A pesar de la oscuridad de la habitación, logró distinguir una silueta inmóvil al pie de su cama que respiraba haciendo un ruido muy molesto. Armiche alargó su mano y prendió la luz de la lamparita descubriendo lo que allí se hallaba: un hombre mayor, gordo y gafudo. Ante la sorpresa, Armiche le preguntó:

- ¿Quién es usted y qué hace aquí?

- Soy Lucas, deberías recordarme. Hace algún tiempo hicimos un buen negocio con ciertos juegos de Play 1.

Lucas regentaba una pequeña tienda en el barrio lagunero de San Honorato. Era un señor de avanzada edad que se caracterizaba por ser una persona avara y codiciosa, conocido por aquellos que más le admiraban como, “Lucas el Lámpara”.

La tienda era un zulo de doce metros cuadrados sin ventanas llamada “Electro-Lucas”. La electrónica había abandonado a este señor en 1972, por lo que resultaba bastante paradójica esta denominación. El póster de Jumanji a la entrada, la colección de VHS en la estantería, una ristra de juegos de Super Nintendo, los primeros modelos de sandwichera, etc, te trasladaban directamente al Jurásico cuando aún los pterodáctilos podían defecar sobre tu cabeza. Un lugar entrañable para los nostálgicos.

A pesar de su afán por estafarte, Lucas era un producto de la Navidad. ¿Cuántas veces al abrir un regalo en Navidad nos damos cuenta de que le faltan pilas? Pues ahí estaba Lucas cada 25 de Diciembre por la mañana, dispuesto a venderte cuatro pilas triple A por 20 euros. VIVA LUCAS, JODER. No le costaba nada alegrar el día a un pequeño en Navidad.

- Ahh, ahora te recuerdo. Eres ese estafador que me vendió un Legend of Dragoon con la marca de la pezuña de un centauro en el disco, y también un Final Fantasy 7 con un boquete en el CD del tamaño del cráter de Yucatán - señalaba Armiche.

Lucas, no lo podemos negar, tenía una habilidad especial: podía venderte cualquier cosa usando sus hábiles artimañas de persuasión y engaño. Si alguien podía cambiar el parecer del joven respecto a la Navidad ése era nuestro amigo Lucas.

- De cualquier forma Armiche, estoy aquí con otra misión, no deseo venderte ningún juego roto o convencerte de que “Ésta casa es una ruina” es un estreno de este año. He venido para llevarte y mostrarte las navidades pasadas para que abandones de una vez ese pensamiento de moderno pollaboba y comiences a apreciar la bondad y la unión de estas fiestas.

- No hay nada que puedas hacer que me haga cambiar de opinión o de actitud- declaró convencido Armiche.
Lucas, que no se caracterizaba por tener una santa paciencia, respondió:

- Ay, cállate ya pesado, coge al gato jediondo ese y vámonos, que mañana es 25 y tengo que abrir temprano.

El gato se erizó, parecía que no quería abandonar el calor de la habitación y pretendía seguir extendiendo su saliva por todo el cuerpo; bañarse lo llaman algunos…

Armiche, que conocía a su gato más que a su madre, sacó una lata de atún que guardaba en la mesilla de noche para emergencias. El gato, haciendo gala del nombre que recibe en el mundo animal, “El interesado”, al ver la lata se soltó de la colcha y se abalanzó a los brazos de Armiche.

Lucas invitó a Armiche a abandonar la habitación por la ventana. Y por alguna razón que sólo puede ser explicada como un milagro de la Navidad, los tres comenzaron a levitar. Pronto, Armiche se dio cuenta de que tenía la habilidad de volar, y siguiendo las instrucciones de Lucas se desplazaron con un rumbo incierto en un viaje que le recordaría a aquella vez que probó la ayahuasca en casa de Jonay.

- Ya hemos llegado – exclamó Lucas, que había descendido de forma repentina sobre una calle poco iluminada - ¿Te resulta familiar este lugar?

Armiche se paró un segundo a observar la escena:

- Esto es Tíncer, ¿no? Y esa es la casa de mis abuelos – confuso preguntó el joven - Pero no me cuadra. ¿Dónde coño está el tranvía?

- ¡Pero si serás tarugo… ¡¿No te dije que íbamos al pasado? Estamos en 1994, el tranvía ahora mismo es un sueño húmedo que hace ponerse palote a Ricardo Melchior, nada más.

- Ahh entiendo. ¡Qué pena¡ 1994, seguro que yo estaba pasando por un mal momento debido a la muerte de Kurt Cobain.

- A veces me dan ganas de darte un jaquimazo con la mano abierta. En las navidades de 1994 en lo único que pensabas era en cantar villancicos, en qué te iba a traer Papa Noel por Navidad y en estar con tus primos la cena de Nochebuena, y eso es lo que te voy a mostrar ahora mismo.

Lucas se puso en marcha y atravesó una de las paredes de la vivienda accediendo al interior. Armiche, un poco perplejo al principio dudó, pero ya había visto suficientes disparates, así que siguió los pasos de Lucas y se estampó contra la pared rompiéndose el josico. Lucas asomó la cabeza:

- JAJAJAJAJAJAJAJA, eso te pasa por hippiento. Venga, era pa vacilar, ya puedes entrar - dijo Lucas mientras se alejaba aún riéndose del pobre inválido.

Armiche se incorporó limpiándose la sangre con un poco de nieve que había caído minutos antes en Tíncer, y entró en la casa.

Lo primero que notó fue el olor a canela del famoso frangollo que preparaba su abuela. El calor proveniente de la chimenea irradiaba todo el entorno. Adornos, un árbol decorado, música. Sus tías, su madre, su abuela, charlaban en la cocina. Sus tíos, su padre, su abuelo, discutían en la sala sobre la última cosecha del Volcán de Tehyda. De repente, una manada de niños aparece corriendo por una de las puertas del salón. Armiche se reconoce entre uno de ellos

- ¡Pero si soy yo! - sorprendido exclamó

- Así es. Y ahí estás con tus primos jugando al escondite. Sigamos a ese pequeño granuja - señaló Lucas.
El pequeño Armiche se separó de sus primos y corrió hacia la cocina. Se abalanzó hacia su madre y le dijo:

“¡¡¡¡FELIZ NAVIDAD, MAMI!!!!”. Estiró el brazo que llevaba escondido en su espalda y le dio un pequeño sobre a su madre. Su madre lo abrió y encontró en el interior una foto navideña en la que aparecía toda la familia delante de un inmenso árbol de Navidad. No pudo evitar soltar alguna lágrima y responderle a su hijo con un: “Te quiero, Armiche”. El pequeño besó a su madre y regresó a jugar con sus primos.

- Esto que acabas de ver, es lo que significaba para ti la Navidad: ver felices a los demás, especialmente a tu madre - dijo Lucas.

- Me has traído a un momento muy sensible de mi etapa, un niño no podía ver más allá de lo material y el cinismo que ofrecen estas fiestas.

- Precisamente eso es la Navidad, verlo desde la perspectiva de un inocente niño y aparcar nuestros asuntos personales, para dar a nuestros seres queridos lo que se merecen.

- Me parece un tanto hipócrita tener que actuar así sólo en estas fechas.

- ¿A caso tú actúas así el resto del año? Deja de engañarte anda y avancemos un poco más. - sentenció Lucas a la vez que con un chasquido de dedos hizo que la habitación comenzara a girar.

Mientras avanzaban vete tú a saber hacia dónde, Armiche se paró a pensar en su actitud para con sus allegados. Aquella escena le hizo recordar ciertas cosas. Finalmente la habitación se paró:

- Hemos avanzado dos años. Seguimos en casa de tus abuelos y es Nochebuena. Quiero mostrarte algo importante - dijo Lucas mientras le conducía hacia otra habitación.

En el bullicio del salón, se oyó a alguien entrar desde la calle. La figura de un chico lánguido, con pelambreras y apestando a mota apareció. Era el primo de Armiche, Tinguaro. El personaje pasó de largo en el salón sin mediar palabra y se metió en su habitación. El pequeño Armiche se levantó del suelo y corrió hacia la puerta con la ilusión de mostrarle a su tan admirado primo el regalo que le había traído Papa Noel. El pequeño golpeó la puerta.

- Tingüiiiii!!!!!! Mira lo que me trajo Papa Noel!!!!

La puerta se abrió y se oyó una voz:

- Pasa, niñato.

El niño entró, y detrás de él iban Lucas y el Armiche. En el interior se descubrieron ciertos detalles: una bandera de Etiopía colgada en la pared, una foto del Che en la mesilla de noche, diversas obras marxistas en la estantería, un gato acostado sobre un tapiz colorido y un aroma a incienso que tiraba pa atrás.

- ¿Te suena de algo esto, Armiche? – ironizaba Lucas.

- Es exactamente igual a mi habitación. No recordaba que Tinguaro compartiera mis gustos y aficiones.

Siguieron observando la escena. El niño se sentía atraído por todo lo que rodeaba a su primo y no paraba de hacer preguntas.

- Este fue el momento en el que descubriste el modo de vida de tu primo. Aunque no entendías la mitad de las cosas siempre creíste que tu primo molaba, y has llegado a convertirte en lo que él es abandonando lo que tú eras. Digamos que utilizaste la típica técnica de niño pequeño, la “Culo veo, Culo quiero” – sentenció Lucas.

- No es justo, todos tenemos un modelo adulto en el que nos fijamos.

- Sí, pero, ¿qué necesidad en desarrollar ese odio hacia estas fiestas? ¿qué necesidad en maltratar así a tu familia? Si ya lo has visto. Conocías y entendías el espíritu de estas fiestas ¿por qué olvidarlo? Dejaste de pensar más en ellos, para centrarte en lo que era bueno y beneficioso para ti. Eres un estúpido engreído.

- Soy un ser que ha abierto los ojos y se ha liberado de las cadenas que reprimen a esta sociedad, eso es lo que soy.

- Ayy foss, qué mierda. ¿De qué libro sacaste esa basura? Bah, no me importa, ya he hecho mi trabajo aquí. Me voy, que tengo que precintar los juegos de Play 2 para que parezcan nuevos.

Lucas dio una palmada y desapareció. Armiche y su gato Fiodor cayeron desde cierta altura sobre la cama del primero, ya en el presente. Tras unos segundos sin mover un músculo, paralizado por la experiencia que acababa de pasar, Armiche cogió aire y con la cabeza fría se autoconvenció de que todo había sido un sueño. Se metió en la cama con la esperanza de dormirse lo antes posible, sin la mínima idea de que pronto algo iba a trastocar sus planes…

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