4 ene 2012

Armiche, un cuento de Navidad


Esta es la historia de Armiche, un joven bastante odioso que residía en la urbanización Acorán, Añaza. Armiche era un adolescente un tanto peculiar. Mientras el resto de jóvenes de su edad pasaba el tiempo realizando un variado número de actividades físico-recreativas, este fantoche prefería quedarse en casa rodeado de libros que solamente leía para jactarse de que era una persona muy culta. Su actitud, le reportó en el primer día de Universidad un mote que le acompañaría por el resto de su vida, “El Chulo Hippiento”.

La historia de Armiche nos traslada a las Navidades de 2005. Armiche, que portaba una helecha en su cabeza en lugar de pelo como una persona normal, no nos sorprendía al declarar su opinión sobre estas fiestas:

“La Navidad es una festividad cristiana desvirtuada, que se ha convertido en un período de consumismo extremo rodeado todo de un halo de falsa felicidad”, rezaba su nick en el Messenger, al cual accedía desde el portátil que le había regalado su madre las navidades pasadas.

Armiche vivía en el seno de una familia tradicional. Reuniones, cenas en comunión, regalos, villancicos, eran un denominador común en estas fechas. Como no podía ser de otra manera, el tarado éste prefería pasar esas noches de conjunción familiar postrado en su habitación con una jarra llena de té paquistaní del Mercadona y fumando tabaco de narguile en su correspondiente Shishsa, o como él la llamaba, “la cachimba”.

Es la cena de Nochebuena y Armiche rehúsa ser partícipe de este circo encerrándose en su cuarto a leer la Divina Comedia en el italiano original. Abajo es una algarabía: llegan sus tíos de la Cruz Santa, sus abuelos del barrio de Tíncer, sus primos de Guayonge, hasta su padrino de Hermigua se ha desplazado para pasar la noche con ellos. Armiche no recibe a nadie, permanece en su cuarto, y hace mofa al escucharlos alegrarse, reírse, agasajarse unos a otros por estar reunidos en una noche tan especial.

- Pfff. ¡Qué triste! ¿Y por qué no se muestran el mismo cariño durante todo el año? Panda de bergantes… - señala Armiche en la soledad de su habitación, donde sólo pudo oírle la foto del Che que colgaba en el cabecero de su cama.

Se escucha una voz a través de la puerta.

- Armiche hijo, ya está toda la familia aquí, la cena está servida. Baja ya, gandul.- era su madre

- ¡No voy a bajar! ¡Sabes que no me gusta nada ese circo que has montado! ¡Y tampoco voy a cenar! Despiértame mañana a las 8 para ponerme a estudiar, que tengo un examen en febrero.- gritó sin razón aparente Armiche.

- Tú sabrás lo que haces.- replicó su madre- Tú familia ha venido a verte a ti también así que luego no quiero lamentos si no muestran interés por ti, porque tú has pasado de ellos, ¿entendido?

- Como si me importase. No voy a darles el placer de cumplir con su conciencia al fingir todo ese amor y felicidad, conmigo no pueden esos borregos- exclamó el joven con vehemencia mientras recuperaba la lectura.

Se oyeron los pasos de su madre escaleras abajo. El resto de la velada transcurrió entre risas y fiestas en el salón mientras Armiche leía en su cuarto y acariciaba a su gato Fiodor. Tan sólo abandonó la habitación en un instante en que se acercó a la cocina, cogió una pelota de gofio bañada en mojo y regresó a sus aposentos con la intención de irse a dormir. Quería que todo el mundo se fuera y que esa noche terminara.

Pero cuando Armiche apenas llevaba un par de horas sumido en sus hippientos sueños, un sonoro estampido procedente de la ventana de su habitación le puso en pie de un salto. Su famélico gato Fiodor, que era el animal más falso y cobarde que podías tirarte a la cara, corrió enseguida a esconderse bajo la mesilla de noche.

- ¿Quién anda ahí? - preguntó Armiche con voz entrecortada.

Temeroso y dubitativo, Armiche se calzó sus inseparables alpargatas hechas con hilo de cáñamo y se acercó a la ventana mientras su cobarde mascota contemplaba la escena encogida de miedo bajo el mueble. Cuando Armiche retiró la cortina y abrió la ventana, descubrió sobresaltado que el rostro de su ídolo Bob Marley le miraba fijamente flotando en el aire y fumándose un cartucho del tamaño de Arkansas.

- ¡Bob! ¿Eres tú? - exclamó Armiche incrédulo ante la presencia de su cantante fetiche, del que había oído por lo menos…tres canciones.

- El mismo - dijo Bob mansamente mientras echaba el humo de su trócolo sobre la asombrada cara de Armiche.

- ¡No me lo puedo creer! - Armiche no cabía en sí de gozo - Cuéntame Bob, ¿tienen buen costo en el cielo? Por aquí estamos un poco bajos de existencias desde que la Policía Canaria empezó con las redadas, putos picoletos jajajaja

- ¡Silencio, rasta! - le increpó Bob Marley con su inconfundible acento caribeño - Antes de nada, ¿qué bandera es esa que cuelga de tu pared?

- La de tu país, Jamaica - contestó Armiche convencidísimo.

- No, cabezón. Es la de Etiopía, tanto que lees y al final eres un cazurro.

- Joder, Bob…te pasas.

El emblemático cantante de reggae (o al menos su cabeza flotante) dio una intensa calada al petardo, volvió a soltar el humo sobre el pollaboba de Armiche y a continuación le dijo:

- Listen up, rasta! Estoy aquí para advertirte de que tu conducta de radicalismo y animadversión hacia la Navidad tendrá graves consecuencias para tu futuro.

Armiche sonrió con prepotencia y respondió:

- Bah, la Navidad es sólo una excusa para consumir. Jamás celebraré una fiesta que hace apología de la codicia y el materialismo más insulso.

- Pero mira que eres hippiento - gruñó Bob - La Navidad es una festividad familiar, cálida y bulliciosa que nada tiene que ver con tus ideas de zoquete anticapitalista.

- Me niego en rotundo a ensalzar el falso espíritu navideño. - dijo Armiche

La cabeza flotante de Bob Marley tuvo que volver a pegar una calada a su canuto para armarse de paciencia ante tan valiente subnormal. Luego añadió:

- Mira, pedazo de majadero, te diré algo: tres fantasmas vendrán a visitarte esta misma noche. Uno por cada etapa de tu miserable vida: el pasado, el presente y el futuro.

- Bah, no me creo nada. Esto seguro que es un efecto de las setas alucinógenas que me trajo Ayoze de Holanda.

- En breve lo comprobarás - dijo Bob Marley - Bueno, me tengo que ir. He quedado con La Parca, a ver si la convenzo para que haga inmortal a Justin Bieber y así no tengamos que soportarlo nunca en el cielo.

Y acto seguido, Bob se difuminó como todos los grandes personajes de cuento se difuminan, es decir, en medio de una espesa cortina de humo, aunque este humo despedía un peculiar aroma a hachís marroquí que dejó a Armiche ciertamente atolondrado durante varios segundos. Poco después, quedó de nuevo inmerso en la más absoluta oscuridad junto a su gato Fiodor, que ya había salido de su escondrijo y ahora se lamía el culo como si en él hubiera algún extracto a jazmines y crisantemos. Agotado y confuso, Armiche se dirigió lentamente hacia su cama, sin dejar de preguntarse si lo que había visto era real o tan sólo fruto de una alucinación enteógena.

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