Durante mi tierna infancia escolar, más de una vez me mandaron a responder esa compleja pregunta mediante una redacción. En aquel momento, mi candorosa mente de niño era incapaz de encontrar una respuesta sólida y convincente para exteriorizar mi disparatada complacencia por esta honorable tradición. Lo único que sabía era que me gustaba. Pero hoy, con 24 años, me siento lo suficientemente apto como para coger ese embarazoso folio en blanco y rellenarlo con palabras llenas de coherencia y sinceridad.
¿Qué es para mí la Navidad?
Pues la Navidad es la puta bomba. Es mi etapa favorita del año por mil razones.
Analicemos la procedencia de esta mágica festividad: al contrario de lo que muchos piensan, la Navidad no era originalmente una fiesta cristiana. Esto lo digo más que nada por los hippientos ignorantes que no la celebran poniendo la excusa de que es una fiesta religiosa y ellos son ateos. Pues toma castaña, la Navidad NO es una fiesta cristiana, sino que tiene un origen bastante incierto, probablemente en la civilización mesopotámica unos dos mil años antes de Cristo. Posteriormente, el Imperio Romano se inspiraría en esta tradición para narrar el nacimiento de Jesús de Nazaret, pero considerar la Navidad como un evento de raíces cristianas es una de las trolas más extendidas y aceptadas por la humanidad.
De todos modos, Navidad es la época más bonita de todo el año por argumentos que van más allá de cualquier dogma o práctica religiosa. En primer lugar, camino por calles de mi puñetera ciudad y todo está jodidamente precioso. Luces, decoración, música, color, ambiente…
La Laguna en Navidad es la mejor fecha para venir a conocer La Laguna.
La Laguna en No Navidad es la mejor fecha para venir a aburrirse.
No hay diciembre sin Navidad ni Navidad sin diciembre. Por esta razón, para mí la Navidad comienza el día 1 de dicho mes. Sencillamente me sale de los huevos que empiece ese día, por lo que podemos considerar que ahora mismo, estamos en plena Navidad, aunque mi calle parezca un escenario de Raccoon City.
La Navidad es época de reencuentros. La gente que estudia fuera vuelve por estas fechas y me fundo con ellos en un cálido abrazo. Adoro las cenas de Navidad, tanto las familiares como las de amigos. Si por mí fuera, inventaría los “desayunos de Navidad”, los “almuerzos de Navidad” y las “meriendas de Navidad”. Todo con tal de pasar el mayor tiempo posible con la gente que me quiere, y a veces tengo tanta gente con la que reencontrarme que ni siquiera puedo dedicarles el tiempo que se merecen.
La Navidad es época de manjares exquisitos que en ningún otro momento del año podrás paladear, y no me refiero a los turrones ni a los polvorones. Les diré que la mejor gastronomía del mundo no es la francesa ni la española. Es la navideña, que reúne las pastas noruegas, el tronco de Navidad francés, los mazapanes árabes, el pudding británico y el alfajor andaluz en la misma mesa.
La Navidad es época de regalos, cojones. Ahora mismo no tengo un puto duro en la cartera porque soy un ludópata y este año he perdido cantidades escandalosas en las casas de apuestas online, pero si tuviera dinero me encantaría regalarle cosas a ciertas personas. Y sobra decir que me encanta que me regalen. Sobre todo si los regalos son compactos y con forma rectangular.
La Navidad es época de dejar de odiar un rato. Hay gente en el mundo que deseo que desaparezca de la faz de la Tierra, pero en Navidad es diferente: en Navidad sólo quiero que sean secuestrados por un comando de las FARC. Tenerlos en un zulo ahí encerrados, pero que puedan comunicarse con sus familiares mediante cartas y estén bien. Les pondría un muérdago colgando del techo y todo.
La Navidad es época de abrigarse bien. Nada de ir en bermudas y chancletas, que parece que fuiste a La Gomera a coger burgados. Ahora hace frío y toca sacar del armario los hoodies, las bufandas y los guantes. En definitiva, toda esa ropa que me gusta.
Ahora mismo no se me ocurren más cosas, pero en resumen, la Navidad es DIOS. Hay personas que se ponen muy tristes en Navidad, y les comprendo. Son fechas muy duras para aquellos que no tienen gente cercana con la que compartirla, pero sinceramente, todos aquellos que asocian estas fechas con consumismo e hipocresía son unos amargados impresionantes. La Navidad no es ninguna campaña de marketing, pese a que las empresas aprovechen para hacer su agosto (o debería decir “diciembre”) y nos bombardeen con anuncios y toneladas de publicidad. No hay por qué comprar nada en Navidad para disfrutarla, basta con bajar a la calle, sonreír a los transeúntes, meter tus heladas manos en los bolsillos y dejarte envolver por la atmósfera navideña al son de un villancico en latín interpretado por un coro de niños neoyorquinos.
Esta será la primera de una serie de entradas navideñas que he preparado junto a mi socio y compañero Jedey Castilla. Nos hemos propuesto como objetivo acercar la magia de la Navidad a los corazones de cualquier persona. No importa de qué religión sean ustedes o en qué parte del globo estén, porque este año queremos ser los embajadores de una fiesta milenaria donde la alegría y el júbilo sean el denominador común. Somos conscientes de que mucha gente leerá esto y renegará del noble espíritu de esta tradición, pero a esos pequeños rebeldes les rogamos al menos una oportunidad para hacerles partícipes de unas fechas tremendamente entrañables y les pedimos, como humilde favor, que estén atentos al material navideño que vamos a publicar en nuestros respectivos tablones durante los próximos días. Así pues, abanderados por esta hermosa iniciativa, les invitamos de todo corazón a pasar unas felices fiestas y un próspero año nuevo.
FELIZ NAVIDAD A TODOS. OS QUEREMOS.
¿Qué es para mí la Navidad?
Pues la Navidad es la puta bomba. Es mi etapa favorita del año por mil razones.
Analicemos la procedencia de esta mágica festividad: al contrario de lo que muchos piensan, la Navidad no era originalmente una fiesta cristiana. Esto lo digo más que nada por los hippientos ignorantes que no la celebran poniendo la excusa de que es una fiesta religiosa y ellos son ateos. Pues toma castaña, la Navidad NO es una fiesta cristiana, sino que tiene un origen bastante incierto, probablemente en la civilización mesopotámica unos dos mil años antes de Cristo. Posteriormente, el Imperio Romano se inspiraría en esta tradición para narrar el nacimiento de Jesús de Nazaret, pero considerar la Navidad como un evento de raíces cristianas es una de las trolas más extendidas y aceptadas por la humanidad.
De todos modos, Navidad es la época más bonita de todo el año por argumentos que van más allá de cualquier dogma o práctica religiosa. En primer lugar, camino por calles de mi puñetera ciudad y todo está jodidamente precioso. Luces, decoración, música, color, ambiente…
La Laguna en Navidad es la mejor fecha para venir a conocer La Laguna.
La Laguna en No Navidad es la mejor fecha para venir a aburrirse.
No hay diciembre sin Navidad ni Navidad sin diciembre. Por esta razón, para mí la Navidad comienza el día 1 de dicho mes. Sencillamente me sale de los huevos que empiece ese día, por lo que podemos considerar que ahora mismo, estamos en plena Navidad, aunque mi calle parezca un escenario de Raccoon City.
La Navidad es época de reencuentros. La gente que estudia fuera vuelve por estas fechas y me fundo con ellos en un cálido abrazo. Adoro las cenas de Navidad, tanto las familiares como las de amigos. Si por mí fuera, inventaría los “desayunos de Navidad”, los “almuerzos de Navidad” y las “meriendas de Navidad”. Todo con tal de pasar el mayor tiempo posible con la gente que me quiere, y a veces tengo tanta gente con la que reencontrarme que ni siquiera puedo dedicarles el tiempo que se merecen.
La Navidad es época de manjares exquisitos que en ningún otro momento del año podrás paladear, y no me refiero a los turrones ni a los polvorones. Les diré que la mejor gastronomía del mundo no es la francesa ni la española. Es la navideña, que reúne las pastas noruegas, el tronco de Navidad francés, los mazapanes árabes, el pudding británico y el alfajor andaluz en la misma mesa.
La Navidad es época de regalos, cojones. Ahora mismo no tengo un puto duro en la cartera porque soy un ludópata y este año he perdido cantidades escandalosas en las casas de apuestas online, pero si tuviera dinero me encantaría regalarle cosas a ciertas personas. Y sobra decir que me encanta que me regalen. Sobre todo si los regalos son compactos y con forma rectangular.
La Navidad es época de dejar de odiar un rato. Hay gente en el mundo que deseo que desaparezca de la faz de la Tierra, pero en Navidad es diferente: en Navidad sólo quiero que sean secuestrados por un comando de las FARC. Tenerlos en un zulo ahí encerrados, pero que puedan comunicarse con sus familiares mediante cartas y estén bien. Les pondría un muérdago colgando del techo y todo.
La Navidad es época de abrigarse bien. Nada de ir en bermudas y chancletas, que parece que fuiste a La Gomera a coger burgados. Ahora hace frío y toca sacar del armario los hoodies, las bufandas y los guantes. En definitiva, toda esa ropa que me gusta.
Ahora mismo no se me ocurren más cosas, pero en resumen, la Navidad es DIOS. Hay personas que se ponen muy tristes en Navidad, y les comprendo. Son fechas muy duras para aquellos que no tienen gente cercana con la que compartirla, pero sinceramente, todos aquellos que asocian estas fechas con consumismo e hipocresía son unos amargados impresionantes. La Navidad no es ninguna campaña de marketing, pese a que las empresas aprovechen para hacer su agosto (o debería decir “diciembre”) y nos bombardeen con anuncios y toneladas de publicidad. No hay por qué comprar nada en Navidad para disfrutarla, basta con bajar a la calle, sonreír a los transeúntes, meter tus heladas manos en los bolsillos y dejarte envolver por la atmósfera navideña al son de un villancico en latín interpretado por un coro de niños neoyorquinos.
Esta será la primera de una serie de entradas navideñas que he preparado junto a mi socio y compañero Jedey Castilla. Nos hemos propuesto como objetivo acercar la magia de la Navidad a los corazones de cualquier persona. No importa de qué religión sean ustedes o en qué parte del globo estén, porque este año queremos ser los embajadores de una fiesta milenaria donde la alegría y el júbilo sean el denominador común. Somos conscientes de que mucha gente leerá esto y renegará del noble espíritu de esta tradición, pero a esos pequeños rebeldes les rogamos al menos una oportunidad para hacerles partícipes de unas fechas tremendamente entrañables y les pedimos, como humilde favor, que estén atentos al material navideño que vamos a publicar en nuestros respectivos tablones durante los próximos días. Así pues, abanderados por esta hermosa iniciativa, les invitamos de todo corazón a pasar unas felices fiestas y un próspero año nuevo.
FELIZ NAVIDAD A TODOS. OS QUEREMOS.
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