Ese era el título de una obra del artista italiano Piero Manzoni que consistía en 90 latas de conserva rellenas de mierda, y que se vendieron al peso según la cotización diaria del oro. Actualmente, esas latas pululan por las diversas galerías de arte y alcanzan precios escandalosos. El tipo firmó su “creación” como si se tratase de una obra más, pero la idea de Piero Manzoni era poner en evidencia la hipocresía y la falsedad dentro del mundo del arte. Cómo una obra ridícula y carente de cualquier tipo de atributo estético puede ser considerada una magnificencia si es firmada por un artista o autor de cierto renombre.
Ya ha pasado casi medio siglo desde que este mordaz italiano publicó tan escatológica obra de arte, pero hoy en día seguimos siendo testigos de cómo la gente de nuestro alrededor consume y admira productos artísticos de cualquier índole, que en el fondo de nuestra alma sabemos que son una mierda del tamaño de Brasil, pero nos callamos y nos dejamos envolver por el artístico manto de mierda característico de estas obras contemporáneas, donde se está muy cómodo y calentito. Y porque nos encanta dárnoslas de profundos conocedores del arte y hablar del espléndido vanguardismo pictórico de Aleksandr Rodchenko sin ni siquiera saber dibujar un monigote.
No me meteré en nombres ni citaré ejemplos de ninguna clase que puedan herir sensibilidades, porque para gustos colores y para colores, mierdas, pero cuántas veces vi a algunos de mis seres queridos comprar libros que eran una verdadera mierda. Cuántas veces pregunté: “¿por qué estás leyendo esa mierda?” y me respondieron “no es una mierda, es de X escritor” con la intención de acreditar de esa forma que no estaba perdiendo el tiempo al leer una mierda de cerca de 1000 páginas y 350 gramos de peso con la que podría estar haciendo mancuernas perfectamente.
Por supuesto, las “merdas d’artistas” no se limitan solamente al mundo de la literatura, sino que también están presentes en otras ramificaciones artísticas como por ejemplo, el cine. Cuántas veces fuimos al cine o alquilamos una película sólo porque el director había ganado un Oscar en 1746. Hasta ahí no hay problema, porque si un director hizo una buena película en el año de Maricastaña, lo normal es que tendamos a ir a ver sus nuevas producciones esperando resultados similares. Mi preocupación llega cuando acaba la película, que resulta que es una gran mierda, y la gente sale convencidísima de que vio una obra maestra sin precedentes. O peor aún, cuando se ponen a venerar clásicos que han envejecido de puta pena y a día de hoy si se estrenaran en los cines serían una carroña.
Dije que no iba a citar ejemplos, pero qué coño, creo que me voy a pasar esa voluntad por el forro de los cojones: Ciudadano Kane es una mierda, por ejemplo. Es la película preferida de los cuatroojos cinéfilos, un film sin duda maravilloso en su época y que revolucionó el mundo del cine por diversas razones que no vale la pena comentar aquí, pero en resumen; si alguien hoy en día me dice que ‘Ciudadano Kane’ le encantó, ese tío es más falso que un hippiento invirtiendo en bolsa. Lo mismo con ‘Desayuno con diamantes’ (la magnífica Audrey Hepburn me perdone) y otras películas antediluvianas consideradas clásicos por los “entendidos”. Ese tipo de películas fueron creadas para un público y una sociedad completamente diferentes a los actuales, por lo que tienen escenas y situaciones que hoy en día dan vergüenza ajena de lo estúpidas que son. Pueden ser, como mucho, películas entretenidas, pero ir por el mundo pregonando que son la puta bomba es de gafudo intelectual barato y víctima total de la “merda d’artista”. Es cierto que hay algunas películas atemporales como ‘Matar a un ruiseñor’ o ‘La gran evasión’, pero por favor…no me digas que Ciudadano Kane es la mejor película de la historia. Es deprimente.
Por último, les diré que hoy en día hay artistas que viven del cuento. Artistas que tuvieron un gran éxito hace eones porque, efectivamente, sellaron obras geniales pero que actualmente viven de las rentas y de la lerdez del pueblo sin criterio. Así a bote pronto, se me ocurre Night Shyamalan, con cada película más ridícula y descojonante que la anterior, o Stephen King, al que ya sólo le falta intentar aterrorizarnos con un libro sobre hombres-tapir que viven en el bosque.
En fin, tenía ganas de tocar este tema, exponer un poco todo esto de la “merda d’artista”, una cuestión que siempre ha estado ahí y que todavía no me había parado a analizar en profundidad. Y viva el jodido Piero Manzoni, que ahora mismo estará en la tumba partiéndose el ojete de que su última lata de mierda se haya subastado por 124.000 €. Puto ídolo, joder.
Ya ha pasado casi medio siglo desde que este mordaz italiano publicó tan escatológica obra de arte, pero hoy en día seguimos siendo testigos de cómo la gente de nuestro alrededor consume y admira productos artísticos de cualquier índole, que en el fondo de nuestra alma sabemos que son una mierda del tamaño de Brasil, pero nos callamos y nos dejamos envolver por el artístico manto de mierda característico de estas obras contemporáneas, donde se está muy cómodo y calentito. Y porque nos encanta dárnoslas de profundos conocedores del arte y hablar del espléndido vanguardismo pictórico de Aleksandr Rodchenko sin ni siquiera saber dibujar un monigote.
No me meteré en nombres ni citaré ejemplos de ninguna clase que puedan herir sensibilidades, porque para gustos colores y para colores, mierdas, pero cuántas veces vi a algunos de mis seres queridos comprar libros que eran una verdadera mierda. Cuántas veces pregunté: “¿por qué estás leyendo esa mierda?” y me respondieron “no es una mierda, es de X escritor” con la intención de acreditar de esa forma que no estaba perdiendo el tiempo al leer una mierda de cerca de 1000 páginas y 350 gramos de peso con la que podría estar haciendo mancuernas perfectamente.
Por supuesto, las “merdas d’artistas” no se limitan solamente al mundo de la literatura, sino que también están presentes en otras ramificaciones artísticas como por ejemplo, el cine. Cuántas veces fuimos al cine o alquilamos una película sólo porque el director había ganado un Oscar en 1746. Hasta ahí no hay problema, porque si un director hizo una buena película en el año de Maricastaña, lo normal es que tendamos a ir a ver sus nuevas producciones esperando resultados similares. Mi preocupación llega cuando acaba la película, que resulta que es una gran mierda, y la gente sale convencidísima de que vio una obra maestra sin precedentes. O peor aún, cuando se ponen a venerar clásicos que han envejecido de puta pena y a día de hoy si se estrenaran en los cines serían una carroña.
Dije que no iba a citar ejemplos, pero qué coño, creo que me voy a pasar esa voluntad por el forro de los cojones: Ciudadano Kane es una mierda, por ejemplo. Es la película preferida de los cuatroojos cinéfilos, un film sin duda maravilloso en su época y que revolucionó el mundo del cine por diversas razones que no vale la pena comentar aquí, pero en resumen; si alguien hoy en día me dice que ‘Ciudadano Kane’ le encantó, ese tío es más falso que un hippiento invirtiendo en bolsa. Lo mismo con ‘Desayuno con diamantes’ (la magnífica Audrey Hepburn me perdone) y otras películas antediluvianas consideradas clásicos por los “entendidos”. Ese tipo de películas fueron creadas para un público y una sociedad completamente diferentes a los actuales, por lo que tienen escenas y situaciones que hoy en día dan vergüenza ajena de lo estúpidas que son. Pueden ser, como mucho, películas entretenidas, pero ir por el mundo pregonando que son la puta bomba es de gafudo intelectual barato y víctima total de la “merda d’artista”. Es cierto que hay algunas películas atemporales como ‘Matar a un ruiseñor’ o ‘La gran evasión’, pero por favor…no me digas que Ciudadano Kane es la mejor película de la historia. Es deprimente.
Por último, les diré que hoy en día hay artistas que viven del cuento. Artistas que tuvieron un gran éxito hace eones porque, efectivamente, sellaron obras geniales pero que actualmente viven de las rentas y de la lerdez del pueblo sin criterio. Así a bote pronto, se me ocurre Night Shyamalan, con cada película más ridícula y descojonante que la anterior, o Stephen King, al que ya sólo le falta intentar aterrorizarnos con un libro sobre hombres-tapir que viven en el bosque.
En fin, tenía ganas de tocar este tema, exponer un poco todo esto de la “merda d’artista”, una cuestión que siempre ha estado ahí y que todavía no me había parado a analizar en profundidad. Y viva el jodido Piero Manzoni, que ahora mismo estará en la tumba partiéndose el ojete de que su última lata de mierda se haya subastado por 124.000 €. Puto ídolo, joder.
No hay comentarios:
Publicar un comentario