¿Hasta qué punto tenemos principios y preceptos propios? ¿Cómo de fuertes son nuestras convicciones y creencias? ¿Estamos traicionándonos a nosotros mismos cuando contravenimos ese reglamento interno del que tanto nos gusta alardear?
Empezando con esta puta mierda de cuestiones autoreflexivas me pongo a escribir sobre mi “yo interior”, el Reiki, el Feng Shui y el Naruto Shippuden. Bueno, quizá no tanto, pero digamos que hoy necesito realizar una exteriorización consciente de mi atlas espiritual, con el fin de reorganizar las funciones de mis chakras y acercarme un poco más a la compleja epifanía de mi viaje interior. Ya saben, el budismo zen y toda esa mierda.
Les estaba hablando de principios y códigos individuales. Más bien de contradicciones propias. De ser fiel a uno mismo y llevar siempre unos fundamentos básicos a partir de los cuales nos conduciremos por los intrincados pasadizos de la vida. Encontrar el hilo de Ariadna que nos ayude a salir del laberinto después de cargarnos al jodido Minotauro de un machetazo en la mollera.
Pero…¿cómo saber hacia dónde vamos y cuáles deberían ser nuestros principios? Yo siempre he funcionado con unos principios más o menos claros, pero tengo que decir que muchas veces ceñirse devotamente a ellos es una gilipollez descomunal. Sencillamente porque mientras vivimos tenemos un montón de experiencias que permanentemente hacen tambalear nuestros juicios de valor, hasta llegar incluso a derribarlos. Ajustarse a los mismos códigos internos durante toda nuestra existencia no es ninguna demostración de personalidad, sino una puta mierda arrogante y una manifestación modélica de la testarudez más desmesurada.
Como ya he dicho, yo sigo unos ciertos patrones en cuanto a principios y preceptos, pero también admito que puedo cambiar una opinión y un criterio de la noche a la mañana. Hoy me gusta tu camiseta azul turquesa, pero puede que mañana me parezca lo más chabacano del mundo y te diga que te quites esa mierda que llevas puesta porque pareces un retrasado hijo de puta.
Por esta razón me hace un montón de gracia cuando oigo a alguien decir “ay Álvaro, te conozco como si te hubiera parido”. Pero a ver…grandísimo comemierda, tú no puedes conocerme de absolutamente nada, simplemente porque hoy por hoy ni siquiera yo me conozco a mí mismo del todo, y muchas veces me auto sorprendo de las cosas que puedo llegar a hacer, así que lanzarme esa mierda de frase maternal o aventurar que me conoces es, sin ninguna duda, lo más presuntuoso y fraudulento que pueden soltarme en la puta cara.
Yo conozco a gente que está totalmente convencida de tener unos principios muy consistentes a los que aferrarse para navegar por el mundo. Y sin embargo, yo veo que de todas formas son unos infelices y realmente no han encontrado su lugar en él. Por muchas ideas propias de las que se vanaglorien, tienen el hilo de Ariadna enredado en el culo y al Minotauro dándole cabezazos en la caja del pecho. Y es porque son unos arrogantes obcecados que desprecian el aprender de otras personas y de la vida en general. Nacieron con sus principios ultra sólidos, viven con ellos y se irán a la tumba con la misma mierda de ideas durísimas a juego con el pedrusco de sus propias lápidas. La puta madre que los parió.
Reconozco cambiar de criterios de vez en cuando. Hay situaciones y circunstancias que te obligan a hacerlo. Mantenerse en unos principios y preceptos sólo para demostrar fidelidad a uno mismo es la mayor soplapollez que puede hacer un ser humano en la Tierra. Puedes engañarte y creer que gracias a tus principios y preceptos hay un único camino que te llevará a donde quieres. Pero la realidad no es así. Lo verdaderamente jodido (y a la vez grandioso) de la vida es que hay tropecientos mil millones de caminos y no todos llevan al mismo sitio. Hay infinitas formas de llegar al cofre del tesoro enterrado bajo la tierra. Puedes cavar un jodido agujero vertical e intentar llegar hasta él haciendo siempre la misma mierda con la pala. O puedes usar el llamado “pensamiento lateral” que rompe con los razonamientos agarrotados y que te hace coger una excavadora hidráulica de 700 toneladas y levantar toda la puta tierra de un plumazo, aunque corras el riesgo de partir el cofre por la mitad y mandar a tomar por saco lo que hay dentro.
A mí me gusta pensar que soy de los tipos que acaban cogiendo la excavadora hidráulica. No quiero ser el engreído de la pala, cavando eternamente por el mismo sitio convencido de que el tesoro está justo debajo de él, para después comprobar que en el cofre sólo había una botella de vidrio con un papelito que pone “jódete maricón”. Por supuesto que tengo ideas claras, pero tengo derecho a modificarlas o reemplazarlas por otras nuevas si veo que estas pueden enriquecerme y hacerme una persona más feliz. Prefiero cambiar mis esquemas mentales de vez en cuando, aunque pueda ser tachado de ser una persona incoherente. Total, no tengo que demostrarle nada a nadie porque es mi excavadora, mi pala, mi laberinto, mi hilo de Ariadna y mi puñetero Minotauro. Para juzgarme y opinar de mí estoy exclusivamente yo, y al que emita un juicio gratuito sobre mis acciones y mi forma de ser lo ato a una silla, le arranco los ojos y le meto arena de playa por la garganta hasta que se vomite y le explote la tráquea.
Empezando con esta puta mierda de cuestiones autoreflexivas me pongo a escribir sobre mi “yo interior”, el Reiki, el Feng Shui y el Naruto Shippuden. Bueno, quizá no tanto, pero digamos que hoy necesito realizar una exteriorización consciente de mi atlas espiritual, con el fin de reorganizar las funciones de mis chakras y acercarme un poco más a la compleja epifanía de mi viaje interior. Ya saben, el budismo zen y toda esa mierda.
Les estaba hablando de principios y códigos individuales. Más bien de contradicciones propias. De ser fiel a uno mismo y llevar siempre unos fundamentos básicos a partir de los cuales nos conduciremos por los intrincados pasadizos de la vida. Encontrar el hilo de Ariadna que nos ayude a salir del laberinto después de cargarnos al jodido Minotauro de un machetazo en la mollera.
Pero…¿cómo saber hacia dónde vamos y cuáles deberían ser nuestros principios? Yo siempre he funcionado con unos principios más o menos claros, pero tengo que decir que muchas veces ceñirse devotamente a ellos es una gilipollez descomunal. Sencillamente porque mientras vivimos tenemos un montón de experiencias que permanentemente hacen tambalear nuestros juicios de valor, hasta llegar incluso a derribarlos. Ajustarse a los mismos códigos internos durante toda nuestra existencia no es ninguna demostración de personalidad, sino una puta mierda arrogante y una manifestación modélica de la testarudez más desmesurada.
Como ya he dicho, yo sigo unos ciertos patrones en cuanto a principios y preceptos, pero también admito que puedo cambiar una opinión y un criterio de la noche a la mañana. Hoy me gusta tu camiseta azul turquesa, pero puede que mañana me parezca lo más chabacano del mundo y te diga que te quites esa mierda que llevas puesta porque pareces un retrasado hijo de puta.
Por esta razón me hace un montón de gracia cuando oigo a alguien decir “ay Álvaro, te conozco como si te hubiera parido”. Pero a ver…grandísimo comemierda, tú no puedes conocerme de absolutamente nada, simplemente porque hoy por hoy ni siquiera yo me conozco a mí mismo del todo, y muchas veces me auto sorprendo de las cosas que puedo llegar a hacer, así que lanzarme esa mierda de frase maternal o aventurar que me conoces es, sin ninguna duda, lo más presuntuoso y fraudulento que pueden soltarme en la puta cara.
Yo conozco a gente que está totalmente convencida de tener unos principios muy consistentes a los que aferrarse para navegar por el mundo. Y sin embargo, yo veo que de todas formas son unos infelices y realmente no han encontrado su lugar en él. Por muchas ideas propias de las que se vanaglorien, tienen el hilo de Ariadna enredado en el culo y al Minotauro dándole cabezazos en la caja del pecho. Y es porque son unos arrogantes obcecados que desprecian el aprender de otras personas y de la vida en general. Nacieron con sus principios ultra sólidos, viven con ellos y se irán a la tumba con la misma mierda de ideas durísimas a juego con el pedrusco de sus propias lápidas. La puta madre que los parió.
Reconozco cambiar de criterios de vez en cuando. Hay situaciones y circunstancias que te obligan a hacerlo. Mantenerse en unos principios y preceptos sólo para demostrar fidelidad a uno mismo es la mayor soplapollez que puede hacer un ser humano en la Tierra. Puedes engañarte y creer que gracias a tus principios y preceptos hay un único camino que te llevará a donde quieres. Pero la realidad no es así. Lo verdaderamente jodido (y a la vez grandioso) de la vida es que hay tropecientos mil millones de caminos y no todos llevan al mismo sitio. Hay infinitas formas de llegar al cofre del tesoro enterrado bajo la tierra. Puedes cavar un jodido agujero vertical e intentar llegar hasta él haciendo siempre la misma mierda con la pala. O puedes usar el llamado “pensamiento lateral” que rompe con los razonamientos agarrotados y que te hace coger una excavadora hidráulica de 700 toneladas y levantar toda la puta tierra de un plumazo, aunque corras el riesgo de partir el cofre por la mitad y mandar a tomar por saco lo que hay dentro.
A mí me gusta pensar que soy de los tipos que acaban cogiendo la excavadora hidráulica. No quiero ser el engreído de la pala, cavando eternamente por el mismo sitio convencido de que el tesoro está justo debajo de él, para después comprobar que en el cofre sólo había una botella de vidrio con un papelito que pone “jódete maricón”. Por supuesto que tengo ideas claras, pero tengo derecho a modificarlas o reemplazarlas por otras nuevas si veo que estas pueden enriquecerme y hacerme una persona más feliz. Prefiero cambiar mis esquemas mentales de vez en cuando, aunque pueda ser tachado de ser una persona incoherente. Total, no tengo que demostrarle nada a nadie porque es mi excavadora, mi pala, mi laberinto, mi hilo de Ariadna y mi puñetero Minotauro. Para juzgarme y opinar de mí estoy exclusivamente yo, y al que emita un juicio gratuito sobre mis acciones y mi forma de ser lo ato a una silla, le arranco los ojos y le meto arena de playa por la garganta hasta que se vomite y le explote la tráquea.
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