Si hay algo que siempre me ha fascinado es la falsedad en la conducta humana. La insólita capacidad de los individuos para meter mocos tan variados y heterogéneos. Pongámonos en situación: las trolas han existido desde los orígenes del ser humano; seguramente desde los neanderthales, con los que empezaron los primeros síntomas de comunicación más estructurados de la rama Homo sapiens. Ahora mismo cierro los ojos y puedo imaginarme cómo eran las primeras trolas de esta gente:
- Hoy he cazado un diplodocus.
- Mira que eres falso, los diplodocus son de otra era.
El ser humano es mentiroso por naturaleza así que con el paso de los años las trolas evolucionaron y se les comenzó a dar diversos usos y funciones. En Roma los campesinos practicaban el culto a las deidades porque algún trolero les dijo que así podrían resucitar después de muertos. Posteriormente el Imperio Romano haría oficial el cristianismo como instrumento de poder para controlar al pueblo y contarle patrañas a tutiplén durante milenios, pero paso de profundizar aquí porque esto no es una crítica a la religión ni esos temas que están más roídos que la jaula de mi cobaya.
Pues bueno, unos cuantos pares de años más tarde llegaría el Medievo o lo que es lo mismo, la etapa oficial de las trolas por excelencia. Siempre digo que me hubiera gustado vivir en esta época, al menos un ratito. Y es que podías mandar a la hoguera a alguien que te cayera mal con tan sólo decir que lo habías visto en su casa “haciendo ciencia”. Joder, no me hubiera cebado ni nada.
También por estas fechas estaba el famoso ‘Terror del año 1000’, donde la gente creía que al llegar dicho año el mundo se partiría en 8383 cachos y saldrían criaturas maléficas de lo más profundo de la Tierra. Me apuesto lo que quieran a que en esta etapa las trolas también estaban a la orden del día para manipular a las mentes más cándidas con múltiples propósitos. Cierro los ojos de nuevo y evoco la escena:
- Saludos, humilde aldeano. Entrégueme presto todas sus tierras o un unicornio de tres cabezas vendrá al caer la noche para llevarse a todos sus vástagos.
- Adelante, vuesa merced. Plégole al señor que me libre de tan aciago destino.
Con el tiempo, las trolas siguieron evolucionando y trasladándose prácticamente a todos los ámbitos de la sociedad, por ejemplo la economía. Me vienen a la cabeza los llamados “Felices Años 20” del siglo pasado, donde la gente estaba loquísima comprando acciones, coches y electrodomésticos porque un nuevo trolero les había dicho que la economía vivía un auge sin precedentes. Un planchazo contra el suelo sin precedentes fue el que se dieron muchos ejecutivos de Wall Street al ver que en realidad estaban completamente arruinados. Y es que hay trolas que si te las cuentan bien pueden hacer que te lances por la ventana de un edificio de 50 plantas.
Como podemos observar, las trolas, los mocos, las falsedades…como ustedes quieran llamarlas han variado de forma y propósito y han crecido paralelamente con la humanidad pero siempre han tenido un denominador común, que es sacar algún provecho del prójimo mediante discursos contrarios a la verdad.
Lo cierto es que podría hablar de grandes falsedades mundiales durante horas, pero no quiero enredarme demasiado tampoco. Con esta reflexión histórica simplemente pretendo inaugurar una nueva sección blogera en la cual se tratará este inmenso y apasionante mundo tan inherente al ser humano casi desde su génesis. Porque las trolas son unos elementos universales con los que tenemos que lidiar prácticamente a diario, ya sea en la televisión o con personas de nuestro entorno que son más falsos que una moneda de atrezzo. Así que con esta parrafada, termino el prólogo de una serie de futuros capítulos que irán dirigidos a esta temática que tanto me sobrecoge. Presiento que estas entradas os van a gustar.
- Hoy he cazado un diplodocus.
- Mira que eres falso, los diplodocus son de otra era.
El ser humano es mentiroso por naturaleza así que con el paso de los años las trolas evolucionaron y se les comenzó a dar diversos usos y funciones. En Roma los campesinos practicaban el culto a las deidades porque algún trolero les dijo que así podrían resucitar después de muertos. Posteriormente el Imperio Romano haría oficial el cristianismo como instrumento de poder para controlar al pueblo y contarle patrañas a tutiplén durante milenios, pero paso de profundizar aquí porque esto no es una crítica a la religión ni esos temas que están más roídos que la jaula de mi cobaya.
Pues bueno, unos cuantos pares de años más tarde llegaría el Medievo o lo que es lo mismo, la etapa oficial de las trolas por excelencia. Siempre digo que me hubiera gustado vivir en esta época, al menos un ratito. Y es que podías mandar a la hoguera a alguien que te cayera mal con tan sólo decir que lo habías visto en su casa “haciendo ciencia”. Joder, no me hubiera cebado ni nada.
También por estas fechas estaba el famoso ‘Terror del año 1000’, donde la gente creía que al llegar dicho año el mundo se partiría en 8383 cachos y saldrían criaturas maléficas de lo más profundo de la Tierra. Me apuesto lo que quieran a que en esta etapa las trolas también estaban a la orden del día para manipular a las mentes más cándidas con múltiples propósitos. Cierro los ojos de nuevo y evoco la escena:
- Saludos, humilde aldeano. Entrégueme presto todas sus tierras o un unicornio de tres cabezas vendrá al caer la noche para llevarse a todos sus vástagos.
- Adelante, vuesa merced. Plégole al señor que me libre de tan aciago destino.
Con el tiempo, las trolas siguieron evolucionando y trasladándose prácticamente a todos los ámbitos de la sociedad, por ejemplo la economía. Me vienen a la cabeza los llamados “Felices Años 20” del siglo pasado, donde la gente estaba loquísima comprando acciones, coches y electrodomésticos porque un nuevo trolero les había dicho que la economía vivía un auge sin precedentes. Un planchazo contra el suelo sin precedentes fue el que se dieron muchos ejecutivos de Wall Street al ver que en realidad estaban completamente arruinados. Y es que hay trolas que si te las cuentan bien pueden hacer que te lances por la ventana de un edificio de 50 plantas.
Como podemos observar, las trolas, los mocos, las falsedades…como ustedes quieran llamarlas han variado de forma y propósito y han crecido paralelamente con la humanidad pero siempre han tenido un denominador común, que es sacar algún provecho del prójimo mediante discursos contrarios a la verdad.
Lo cierto es que podría hablar de grandes falsedades mundiales durante horas, pero no quiero enredarme demasiado tampoco. Con esta reflexión histórica simplemente pretendo inaugurar una nueva sección blogera en la cual se tratará este inmenso y apasionante mundo tan inherente al ser humano casi desde su génesis. Porque las trolas son unos elementos universales con los que tenemos que lidiar prácticamente a diario, ya sea en la televisión o con personas de nuestro entorno que son más falsos que una moneda de atrezzo. Así que con esta parrafada, termino el prólogo de una serie de futuros capítulos que irán dirigidos a esta temática que tanto me sobrecoge. Presiento que estas entradas os van a gustar.
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