5 may 2011

La encantadora Artamy

Escribo estas líneas para dedicárselas a una de las personas más entrañables que he podido conocer en los últimos años. Normalmente utilizo este espacio personal para descargar mi furia contra las cosas que me dan grima, para atenuar mis cabreos contra determinadas personas y situaciones que me resultan tan agradables como pasarme una ortiga por los genitales. No obstante, aún existen corazones humildes y encantadores que me cautivan de la cabeza a los pies. Corazones como el de Artamy, esa entrañable señora de extraño acento y rasgos exóticos que posee una pequeña papelería muy cerca de mi facultad.

Son muchas las suposiciones sobre su procedencia. Yo siempre mantuve que era hindú, otros dicen que es china, otros creen que es sudamericana, e incluso hay quien afirma que Artamy, por su corta estatura, es oriunda de las Minas de Moria, allá en los confines de la Tierra Media. En cualquier caso, esta mujer desconoce lo mucho que ha contribuido a mis logros académicos, y básicamente esta es la razón por la que he decidido homenajearla ahora que se acerca el ocaso de mi andadura universitaria.

Mientras escribo esto, mis ojos se empapan de lágrimas y recuerdo con nostalgia una tarde en la que todas las librerías contiguas habían cerrado y yo tenía un examen de Dirección Comercial al día siguiente. En pocos minutos cerraban la biblioteca y yo necesitaba el libro para poder estudiar. Desesperado, comprobé que todas las fotocopiadoras habían cerrado o si no lo habían hecho ya, no se atrevían a fotocopiar un libro con derechos de autor. Pero a Artamy los derechos de autor y la SGAE le tocan el higo, por lo que me acerqué a su tiendita (y digo tiendita porque apenas caben más de dos personas en ella) y en unos escasos quince minutos obtuve una buena parte del libro completamente fotocopiado. Esa noche logré estudiar y al día siguiente hice el examen, en el cual saqué un 7,6. Y todo gracias a Arty.

A decir verdad, desconozco si ese es realmente su nombre. Yo la llamo así, porque es lo que pone en el rótulo de la tienda. Seguramente alguna vez se me habrá escapado y la habré saludado con un “buenos días Artamy”, cuando en realidad tiene algún nombre hindú de esos inmensos como el de Apu. Pero a ella nunca le importó que la bautizara con un nombre equivocado, siempre se limitó a abastecer mi demanda como cliente. Libros, bolígrafos, transparencias, libretas…puedo decir tranquilamente que un porcentaje muy alto de mi material escolar fue adquirido en la tienda de Artamy. Me daba igual que hubieran tiendas más cercanas, los otros vendedores me caían como un balón medicinal en el páncreas, así que siempre que necesitaba cualquiera de estos accesorios acudía a Arty. Con su pequeña estatura y su enigmático acento, Artamy es la vendedora más carismática del distrito sin duda.

En fin, espero que se hayan emocionado leyendo este pequeño relato al menos una décima parte de lo que yo me he emocionado escribiéndolo. Grande Artamy.

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